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La dehesa: un tesoro de integración ambiental

El campo charro es un singular ecosistema modelado por el hombre y que no se entendería sin el papel desempeñado por la ganadería

Si hay un paisaje que caracteriza a Salamanca es la dehesa, el llamado campo charro. La dehesa es un singular ecosistema modelado por la mano del hombre que tiene especial relevancia y extensión considerable en toda la península ibérica. Su origen está en la transformación de los bosques mediterráneos al eliminar parte de su masa arbolada a lo largo de los siglos y sobre todo a partir de la edad media, para convertirlos así en un territorio que conjuga la actividad ganadera, forestal y cinegética. Etimológicamente dehesa proviene de la palabra latina defensa, designando un espacio cerrado para pastos y defendida frente a otros usos.

Roberto Bernal
     Roberto Bernal

Es un paraje de gran biodiversidad y cuyo protagonista indiscutible, en tierras salmantinas, es el toro bravo. De hecho Salamanca es la provincia española con más fincas adehesadas, entorno a las 400.000 hectáreas, y el territorio con mayor número de toros bravos del mundo. Un extraordinario lugar donde conocer y disfrutar la riqueza natural de un ecosistema único donde habita además el majestuoso toro bravo, guardián de la dehesa salmantina.

La dehesa tiene un alto valor natural, siendo un territorio que contribuye al mantenimiento de este espacio como reserva en la que coexisten muchas especies vegetales y animales, siendo incluso hábitat de algunas especies en peligro de extinción, como el lince ibérico, el águila imperial o la cigüeña negra.

La dehesa comporta un sistema biológico con un equilibrio sostenido modélico, en donde cada elemento cumple una función esencial, desde el hongo más pequeño del suelo, hasta el mamífero más grande; todos crean una cadena de engranaje biológica perfecta desde hace siglos.

Si bien el cerdo ibérico y el toro son sus elementos animales más conocidos, el centro vital de la dehesa y su reina, está claro que es la encina, dando lugar a un ecosistema perfecto, de hecho el mejor que existe en Europa. El deterioro y peligro de desertización de la dehesa puede ser elevado si los modelos de explotación son masivos, de ahí que en la dehesa salmantina concretamente el toro bravo, desempeñe un papel fundamental como sostenedor de este territorio, al proporcionar evolución y equilibrio a este paraje, a diferencia con la superpoblación de ganado que tienen otras explotaciones en este tipo de fincas, pues las ganaderías de toros bravos tienen densidades muy bajas porque necesitan que el animal se mueva, campee, lo que hace que este ecosistema sufra menos presión.

La dehesa tiene un carácter polifacético, de usos múltiples, de profundo calado cultural e histórico, y productivo. En definitiva es resultado de un enorme esfuerzo de adaptación humana a un medio físico difícil de suelos pobres, poco profundos con poca capacidad agrícola y preferentemente de vocación forestal y ganadera. Siendo las condiciones climáticas normalmente extremas, con intensas heladas invernales y altas temperaturas veraniegas.

Por tanto podemos decir que este paisaje de la dehesa tiene como componentes esenciales: en cuanto a la vegetación, encinas, alcornoques, matorral, pastos; respecto la fauna, sirve de refugio a una fauna rica y variada, que alberga anfibios, mamíferos, peces, reptiles, aves, etc.; y sobre la ganadería, que es el principal aprovechamiento productivo, tenemos cerdos, vacas, ovejas y toros de lidia.

Además crea el hábitat óptimo de especies de presa como el conejo, la liebre la perdiz, etc. Conserva todas las especies arbóreas del bosque mediterráneo primitivo y sus pastizales se encuentran entre los más ricos de la zona templada. Ofrece también recursos alimenticios de difícil aprovechamiento alternativo, como son la bellota y el “ramoneo”. Y sirve de base para una ganadería muy valorada, tanto por su integración ambiental como por el valor y reconocimiento de sus productos. Es un paisaje con autenticidad.

Teniendo en cuenta que en España el 19 por ciento de la población vive en las zonas rurales y la previsión en 30 años es que sea del 9 por ciento, estos datos incidirán en el mantenimiento de la dehesa y en definitiva en el equilibrio y existencia de esa biodiversidad que reúne este paisaje; además ya gran parte de las encinas son viejas, con una media de edad de 200 años, teniendo en cuenta que su vida útil empieza a decaer a partir de los 250-300 años de edad y que muchas enfermedades se pueden ver agravadas por su edad, y no se están sustituyendo por ejemplares jóvenes, tenemos una dehesa envejecida, que necesita una planificación regular a varios niveles. Hay que potenciar todos los valores que tiene. La dehesa hace que prolifere mucho la diversidad natural. Su visualidad y los paisajes que proporciona no los tienen muchos ecosistemas.

La dehesa aporta un ejemplo claro de integración ambiental y de actividad sostenible, proporcionando equilibrio, belleza paisajística, y otros usos a combinar como lugar atractivo también para la realización de actividades ecoturísticas, etc.

Todas estas bondades proporciona la dehesa, y la provincia de salamanca guarda estos tesoros naturales y humanos de incalculable valor, esperando que la mirada del viajero se deje inspirar por este maravilloso paisaje cultural.


Roberto Bernal es autor del blog www.lamiradadelviajero.es

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