Una decena de ‘caballitos’ horada el suelo de la Lora, al noroeste de Burgos, para extraer 200 barriles de crudo al día. El único campo petrolífero de la península es posible gracias a una geología que brinda un impagable paisaje de moles calizas, atravesadas por el Ebro y el Rudrón
Ya casi se ha borrado de la memoria colectiva, pero hace medio siglo la comarca burgalesa de la Lora saltó a la primera página de todos los periódicos después de que se hallara, en su subsuelo, la única masa de petróleo en condiciones de ser explotada de la Península Ibérica. La noticia era una inyección de optimismo para un país que solo se había asomado al desarrollo de forma muy tímida, y sobre todo parecía ensanchar los horizontes a una comarca muy azotada por el frío y por la emigración al País Vasco.
Después de años de prospecciones en todo el norte de la provincia, el 6 de junio de 1964 brotó por primera vez el petróleo en este páramo asentado sobre una mole caliza integrada en la denominada cuenca vascocantábrica.
La geología de la comarca ha sido desde siempre, de hecho, uno de los principales atractivos turísticos, gracias al contraste entre las zonas altas de materiales duros y las depresiones de materias blandas. También se beneficia de la vecindad con el Valle de Sedano, con el que se complementa en una oferta turística que combina naturaleza, arte y arqueología; la zona atrae a visitantes de toda Europa gracias a su conjunto de dólmenes, de cinco milenios de antigüedad.
A este conjunto de sobresalientes valores naturales e históricos, que hace de la comarca un verdadero tesoro por descubrir, se ha sumado recientemente el Museo del Petróleo de Sargentes de la Lora, diseñado para interpretar estos 50 años de historia local, además de trasmitir a los visitantes todo el conocimiento relacionado con el petróleo. El ‘oro negro’ se estudia con carácter global, en relación con su relevancia económica y sus aplicaciones, pero también se analiza el tipo de petróleo que espera a ser extraído bajo el suelo de la Lora.
El visitante recorre el Campo de Ayoluengo, como se denomina al conjunto de pozos, donde recibe toda la información sobre una explotación petrolífera absolutamente singular, que ha pasado or las manos de diferentes multinacionales y que sigue siendo rentable, a pesar de que algunos pozos se han agotado. No son pocos los que se refieren en voz alta a las imágenes que evoca la visión de los ‘caballitos’ en pleno páramo, incluidas las referencias a James Dean en la película ‘Gigante’.
La visita recala después en las instalaciones del Museo del Petróleo, un edificio singular coronado por una cúpula transparente de forma octogonal. En su interior se recuerda la historia del yacimiento, con la reproducción de numerosos periódicos de los años 60, y se repasan aspectos como la génesis del petróleo y el proceso para su formación a lo largo de miles de años. También se explica cómo se desarrolla la ‘exploración’, como los geólogos denominan al proceso para localizar nuevos pozos, y la propia labor de perforación y extracción de crudo. Otra parte de los paneles analiza las utilidades que se dan a este combustible en el mundo actual.
17 millones de barriles
Curiosamente, el petróleo que se extrae en el yacimiento burgalés “resulta de elevada calidad pero es muy difícil de refinar”, como apunta el director del museo, Fernando Manjón, quien apunta que su carácter “altamente volátil y de elevado poder calórico” lo hace idóneo como combustible de la industria. Su destino principal está en empresas de Burgos y del País Vasco. El año pasado visitaron el museo 2.400 visitantes, una cifra nada desdeñable si tenemos en cuenta que se trata de una dotación muy reciente, pero se antoja muy pequeña si atendemos a la calidad de las instalaciones y carácter único de este fenómeno en España.
En este medio siglo de funcionamiento se han extraído unos 17 millones de barriles de petróleo, con un trabajo que ha debido enfrentarse a la fragmentación del yacimiento. El periodo de mayor esplendor se vivió en los años 70, cuando se extraían unos 5.000 barriles al día. Los técnicos calculan las reservas de crudo entre 80 y 100 millones de barriles e indican que existen grandes bolsas de gas que se cree están almacenadas en el subsuelo. El futuro de la explotación está aún por definir.
Sorprendentes contrastes
El Museo del Petróleo está llamado a revolucionar el turismo de la comarca, que hasta la fecha ha traído a un público aficionado al turismo de interior, sobre todo procedente de Burgos y el País Vasco, además de las visitas “de carácter técnico” que se organizan desde Madrid. Algunos turistas llegan desde la muy próxima localidad de Orbaneja del Castillo, caracterizada por un paisaje kárstico modelado por el agua. Uno de los principales atractivos de Orbaneja es la Cueva del Agua, que ha motivado el interés de diversos estudiosos de la geología. Para Fernando Manjón, el reto a corto plazo para el museo es atraer a los vecinos de otras provincias de Castilla y León, donde por el momento se conocen poco los atractivos de la zona. De hecho, la morfología monótona y plana de la paramera de la Lora encierra sorprendentes contrastes, sobre todo gracias a los hermosos paisajes que nos regala el encajamiento de los ríos que la recorren. Destacan por su profundidad los cañones del Ebro y el Rudrón, enmarcados por vertientes abruptas, taludes y cantiles rocosos, miles de veces inmortalizados por los fotógrafos.
Los suelos delgados y la dureza de las condiciones climáticas del páramo han restringido tradicionalmente su aprovechamiento económico, así como el poblamiento, limitado a los pueblos de Ayoluengo, Valdeajos, Lorilla y Sargentes, que acoge el ayuntamiento del municipio.
Sin embargo, la presencia humana es temprana en estas tierras, como lo atestiguan los mencionados dólmenes (como el de la Cabaña, en Sargentes), además de diferentes castros y otros vestigios arqueológicos presentes en el territorio. Con mayor vocación ganadera que agrícola, solo un cultivo destaca en la zona: la patata de siembra.
