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¿Santa Águeda o Santa Gadea? La iglesia en la que el Cid no exigió nada al rey

Hay que caminar menos de 200 metros desde la catedral de Burgos para llegar a un escenario soñado: el de aquella iglesia bajo cuyo artesonado el Cid obligó a Alfonso VI a jurar que no había tenido relación con la muerte de su hermano… o eso nos contaron de pequeños

 

Ricardo Ortega

En pleno casco histórico burgalés, a un tiro de piedra de la catedral pero lejos de las terrazas en las que el turista se deja atracar a mano armada, espera al visitante la iglesia de Santa Águeda.

Es un templo discreto, de geografía un tanto cúbica, como un baluarte de piedra que alberga en su interior la belleza de la madera y la pintura, y con una colección de obras de arte que demanda una visita reposada.

En la iglesia se encuentra un sepulcro renacentista. Tiene un retablo neogótico de alabastro, realizado por el escultor burgalés Fortunato Sotillo.

El baptisterio, una posible obra de Juan de Vallejo, autor del cimborrio de la catedral de Burgos, es de gran belleza arquitectónica.

Lo cierto es que sería un templo más de la vieja ciudad castellana si no fuera por el peso histórico de una leyenda, y porque -como es bien sabido- las historias escritas con vocación de mito poseen más peso específico que la historia real.

¿Águeda o Gadea?

Conviene empezar por el principio. ¿Por qué el nombre de Gadea, tan extraño fuera de la provincia burgalesa? Porque en realidad se trata de un nombre prácticamente autóctono, versión asturleonesa de otro universal, el de Águeda (o Ágata).

Es un caso más del archiconocido fenómeno de la translocación, según el cual dos sonidos intercambian su posición dentro de una palabra. Como cuando los españoles convertimos Algeria en Argelia, o crocodilus en cocodrilo.

La Jura

En la iglesia, según la tradición, tuvo lugar la Jura de Santa Gadea, acontecimiento protagonizado por el Cid Campeador, quien supuestamente obligó al rey Alfonso VI a jurar que no había tomado parte en el asesinato de su hermano Sancho II el Fuerte, rey de Castilla. Un monarca que, por cierto, fue muerto mientras sitiaba la ciudad de Zamora. Corría el año 1072.

La Jura es en realidad un episodio legendario difundido a partir del siglo XIII en leyendas y romances, del que no hay constancia histórica y que actualmente se considera enteramente ficticio. Cosa diferente es la cantidad de gente que sigue pensando en su veracidad. El relato antes que el dato.

La Jura es una leyenda medieval transmitida por el Romance de la Jura de Santa Gadea. El mito se propaga en el siglo XIII, tras la unión definitiva de los reinos de Castilla y de León en la persona de Fernando III el Santo, hijo de Alfonso IX. Al parecer, en aquellos años había a quien interesaba destacar la figura del caudillo burgalés frente a la nobleza leonesa, el rival del momento.

Jura de Santa Gadea, de Marcos Hiráldez de Acosta. 1864.
Jura de Santa Gadea, de Marcos Hiráldez de Acosta. 1864.

La amistad del rey

Timoteo Riaño, autor del texto modernizado del Cantar de Mio Cid, dejó escrito: “No hubo, pues, juramentos en la iglesia de Santa Gadea; ni enemistad del rey ni destierro por este motivo. Esas son leyendas elaboradas en épocas más tardías”.

Más bien al contrario, “en un principio el Cid gozó de la amistad y el favor del rey más que ningún otro noble de la Corte: le colmó de privilegios, le casó con una sobrina suya, doña Jimena, fue delegado regio en varios juicios…”.

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Una falsa acusación

Queda claro, así, que la historia discurrió por unos derroteros bien diferentes, y que incluso no fue el ‘Cantar de mio Cid’ el responsable de este mito.

En realidad lo que narra esta obra es que don Rodrigo debió abandonar el reino por una falsa acusación: la de haberse quedado con las parias (impuestos) que fue a recaudar a Sevilla.

¿Es esta la verdad? Pues, al parecer, tampoco. Dicen los historiadores que el destierro fue consecuencia de un ‘exceso’ cidiano, pues el caballero repelió una incursión de tropas andalusíes en Soria en 1080, a las que persiguió hasta el reino de Toledo.

Allí sus tropas saquearon la zona oriental de esta taifa, que estaba bajo el amparo de Alfonso VI.

Como último jarro de agua fría, cabe destacar que la actual iglesia de Santa Gadea no es la misma que existía en la época de la famosa jura, aunque sí el solar sobre el que se levanta.

Ya son ganas de fastidiarnos la comodidad de vivir en las ‘fake news’ que nos contaron de pequeños.

 

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