Un año más, llegó nuestra querida y a la vez temida vendimia. Querida porque para todos los que amamos esta forma de vida, y digo bien, “forma de vida”, es el momento más romántico y bucólico del ciclo vegetativo de la vid. Temida porque es el examen final donde viticultores e ingenieros agrónomos nos la jugamos tras haber realizado un curso que, aunque se repite todos los años, nunca es igual y siempre es duro.
Jugamos con las inclemencias del tiempo, de los patógenos y las enfermedades que desarrollan, y si lo queremos complicar más también dependemos de las circunstancias que acontecieron en el ciclo vegetativo del año anterior. Pero precisamente esta lucha diaria contra los elementos adversos es lo que hace que nos superemos, aprendamos y nos apasionemos con lo que hacemos.
Por si esto fuera poco esta vendimia, y durante todo el ciclo de la vid, ha aparecido otro nuevo patógeno que no estaba en los libros de viticultura, ni siquiera en los de medicina. Se trata de la Covid-19. Obviamente esto ha trastocado todo y lo ha complicado más si cabe.
Analizaremos cómo ha influido esta nueva pandemia en esta campaña vitícola y, por supuesto, en la actual vendimia, sin olvidarnos de analizarla desde el punto de vista agronómico y enológico.
Habíamos acabado casi por completo la poda de invierno y saltó la alarma, el Gobierno confina a todo el país. Las autoridades sanitarias consideran al sector agroalimentario esencial, y por ello nosotros no dejamos de trabajar mientras el país entero entra en el caos, el desconocimiento y en una incertidumbre nunca antes vista. Las ventas de vino se desploman sin precedentes y las bodegas se ven abocadas a presentar ERTES.
Los trabajos en los viñedos no pueden ni deben parar, la preocupación del sector es máxima. Por un lado la pérdida de ingresos, y por otro porque en pocos meses habrá que meter las uvas en las bodegas y estas estarán llenas, no pudiendo elaborar la uva que llegará desde los viñedos.
La Unión Europea, mediante el Reglamento Delegado (UE) 2020/592 de la Comisión, y España, con el Real Decreto 557/220 de 9 de junio, adoptan medidas para evitar esa pérdida de ingresos y que los stocks de vino aumenten. Son las siguientes:
Destilación
Almacenamiento
Vendimia en verde
Con la destilación se han visto beneficiadas 415 bodegas y se han destilado 2.000.000 de hectólitros, recibiendo 40 €/hl para vinos con Denominación de Origen. Respecto al almacenamiento se recibe 0,027 €/hl por día de almacenamiento entre un mínimo de 180 y un máximo de 360 días, y se benefician 374 bodegas. Y por último se destinan 10 millones de euros para la vendimia en verde de viñedos completos de la que se benefician 4.301 hectáreas repartidas entre 1.670 viticultores.
Como se puede apreciar, si tenemos en cuenta el número de bodegas, hectáreas y viticultores que hay en España, estas cifras de beneficiados son bajísimas en relación al total, es decir, las medidas no eran atractivas principalmente porque los importes recibidos estaban por debajo de coste.
Por si esto fuera poco, también querían obligar a que los Consejos Reguladores redujeran el límite de kilos máximos por hectárea de uva, pero paradójicamente no a los vinos de la tierra y de mesa, que no tienen ningún límite legal en sus rendimientos. Algún Consejo Regulador los redujo y ha habido problemas entre viticultores, bodegas y consejos, luego la medida tampoco resultó efectiva.
Por fin llega la vendimia en la que nos encontramos inmersos y cada comunidad autónoma dicta sus normas para los temporeros. Estas normas hacen que desde el punto de visto logístico se complique bastante y se encarezca esta vendimia 2020. Pero desde el sector se entiende que la salud es lo primero y se aceptan dichas medidas de seguridad sanitarias.
Desde el punto de vista agronómico esta campaña se ha caracterizado por dos cosas:
-Más lluvia.
-Fuerte incidencia de mildiu.
Por hacer una comparativa, esta campaña ha llovido más del doble que en la campaña de 2017 y si solo consideremos la lluvia caída desde la brotación de la vid entre las dos campañas, se triplica dicha cantidad. Obviamente esta agua, junto con una temperatura adecuada, ha provocado que el hongo del mildiu ‘Plasmopara vitícola’ se reproduzca con mucha facilidad. Las consecuencias del ataque de este hongo en floración es que el racimo no llega a desarrollarse y finalmente se seca, y si el ataque se produce en cuajado con el racimo ya formado, termina secándose también.
Esto tiene una consecuencia económica clara, además de la merma de uva, que es la realización de más tratamientos fitosanitarios, con lo que aun encarecerá más el kilo de uva. La calidad de la uva no se verá afectada por este hongo, pero sí por otro, ‘Erysiphe necator’, el temido oídio, que es endémico y tiene incidencia todos los años.
Una vez comenzada la vendimia, en septiembre ha llovido bien y la humedad foliar ha aumentado un 300% respecto al año pasado y casi un 500% respecto a 2017, con lo que en función del estado sanitario de los viñedos, de la carga y aireación de los racimos puede dar lugar la entrada de otro temido hongo: ‘Botrytis cinerea’ o podredumbre gris.
Esta vendimia 2020 ha venido adelantada unos 12 días respecto a lo que sería normal, pero una vez comenzada la lluvia y el frío, sobre todo nocturno, han hecho que se ralentice.
Ha sido una vendimia lenta, donde hay mucha heterogeneidad en las maduraciones según zonas y viñedos, por lo que buscar el punto óptimo de recolección no está resultando fácil.
En resumen, la vendimia de 2020 pasará a la historia por:
-Temprana, pero larga en su transcurso.
-Maduraciones heterogéneas.
-Grado alcohólico medio.
-Mildiu.
-Más cosecha, sobre 7% más en España y 10% en Castilla y León.
-Cara.
-Covid-19, que complicó la logística y también la encareció.
En resumen, los vinos de esta añada serán muy diversos y heterogéneos en función de cómo se hayan hecho las cosas durante el ciclo vegetativo, la fecha de recolección y la forma de elaborar. En cualquier caso, quizá no estemos ante una gran añada.
