Mes de la vendimia para los vinos tintos que, junto con septiembre, son los dos meses más esperados del año para cualquier viticultor y bodeguero. Para el primero porque al fin verá recompensado (o no) el trabajo de todo un año, y para el segundo porque al fin podrá dar a luz a unos nuevos vinos, que según sean las uvas así serán después los vinos.
Frescos, potentes, ligeros, estructurados, sabrosos, longevos, etc. El otoño es la estación en la que las hojas de ciertos árboles caen, y en algunos casos sus colores se tornan en colores amarillos-dorados, rojizos y granates, como también lo hace la vid. Los campos de viñedos se vuelven multicolores, desde verdes a amarillos pasando por los granates principalmente de la variedad tempranillo. ¡Merece la pena pasear en esta época entre los viñedos!
El cultivo de la vid, si algo tiene de apasionante es precisamente que no hay dos campañas iguales. Esto es así porque a pesar de que las vides están enclavadas en el mismo suelo año tras año, las condiciones climáticas por un lado y la mano del hombre por otro pueden hacer variar la cantidad y la calidad de las uvas, que luego se verá repercutido en los vinos a pesar de que el bodeguero intentará, siempre, paliar el factor añada para mantener su propio estilo de vino. Hay campañas en las que el clima se comporta de forma benevolente, y aunque como dice el refrán “nunca llueve a gusto de todos” diría que este ha sido uno de esos años. No han faltado tormentas veraniegas que han descargado granizo y trombas de agua, pero afortunadamente han sido muy localizadas y de corta duración.
Como norma general siempre hay que separar el viñedo que tiene posibilidad de ser regado del que no la tiene. Obviamente, una buena gestión del riego atenúa las condiciones adversas sobre todo de sequía y altas temperaturas.
Hay que desterrar la idea de que el riego en el viñedo es negativo y de que las mejores uvas son siempre las de secano. El riego nos permite dar, sobre todo, una mayor regularidad tanto en la producción como en la calidad. Sin embargo, la calidad y producción de la uva del viñedo en secano dependerá mucho del suelo donde esté implantado y de las condiciones climáticas de ese ciclo vegetativo. Una vez hecho este matiz, veamos cuáles han sido los parámetros climáticos más relevantes de este año (de estaciones propias) para posteriormente analizar su resultado en la uva y adivinar los futuros vinos.
Desde noviembre de 2018 hasta el 30 de septiembre de 2019 la pluviometría ha sido de 291 litros por metro cuadrado, concentrada casi la mitad en invierno; en definitiva, un año seco pero que gracias a los 25-40 litros que han caído en septiembre han logrado salvar la cosecha. Si recordamos, en la campaña de 2018 la pluviometría fue de 531 litros y en la de 2017 de 201 litros, pero con un régimen estacionario diferente, algo a tener en cuenta. El índice de Winkler o integral térmica (hasta el 30/09) ha sido de 1.354 ºC frente a los 1.388 ºC de 2018 o los 1.590 ºC de 2017. La temperatura media ha sido algo más baja que la del año pasado aunque sin grandes diferencias, no así respecto a la de 2017 que fue más alta. En cuanto a las horas de sol de agosto y septiembre, en esta campaña se ha disfrutado de un 10 % menos que en 2018. Y si observamos la humedad foliar, en agosto y septiembre hemos medido 51 horas con humedad frente a las 105 horas del año pasado.
Si bien es verdad que muchos viñedos aún no se han recuperado de la atroz sequía y altas temperaturas de 2017 y que las abundantes lluvias primaverales de 2018 no lograron soliviantar, la lluvia caída este mes de septiembre ha permitido que la planta pueda madurar con éxito sus uvas, siendo una maduración lenta debido al contraste térmico día-noche, ajustando muy bien la acidez y los pH.
Con todos estos mimbres climáticos y si la mano del viticultor y los ingenieros agrónomos ha sido la adecuada podemos decir que la cosecha de esta campaña 2019 va a ser una cosecha de altísima calidad. Como siempre será fundamental elegir muy bien la fecha de la vendimia de cada viñedo, donde viticultores e ingenieros tendrán que llegar al consenso con bodegueros y enólogos. No vale eso de “como mi vecino ha empezado a vendimiar, yo también”, no hay dos viñedos iguales.
Ha sido un ciclo donde ha sido relativamente fácil combatir uno de los hongos más temidos como es el oídio, no ya solo con tratamientos sino con despuntes y deshojes, prácticas obligatorias si queremos producir uvas de calidad. Por otro lado, prácticamente no se han dado las condiciones para las infecciones y desarrollo de otro hongo, el mildiu, que nos deja sin cosecha. Y tampoco ha habido condiciones, ni siquiera en la última fase de la maduración, del temido hongo botrytis cinerea que provoca la podredumbre de la uva, impidiendo en muchos casos la fermentación y oxidando los mostos.
Como resumen, diría que las características más relevantes de esta vendimia serían las siguientes:
- Altísima calidad. Madurez y sanidad óptimas.
- Producción inferior entre un 10% y un 15% menos que el año pasado, lo que la convertiría en una producción normal.
- Rendimiento de transformación algo inferior al del año pasado, debido a que las bayas son más pequeñas y pesan menos.
- Tranquilidad y serenidad, como consecuencia del buen tiempo que está haciendo este mes de octubre, con ausencia de lluvias y temperaturas adecuadas.
- Con estas uvas, es de suponer que los vinos serán equilibrados, con unos aromas elevados y francos, sabrosos y con una carga polifenólica adecuada. Una añada para elaborar grandes vinos de guarda, aunque este concepto no esté muy de moda actualmente.
¡Buena vendimia!
