Texto: Ricardo Ortega
La recién aprobada Ley de fomento de la integración cooperativa pretende un mayor dimensionamiento de esta fórmula empresarial. Esta rama de la economía social facturó el año pasado más de 1.850 millones de euros y genera 3.200 empleos en la región
Más de 50.000 agricultores y ganaderos de Castilla y León trabajan al amparo de una cooperativa, rama de la economía social que el año pasado acumuló una facturación global de más de 1.850 millones de euros. Este modelo asociativo da empleo directo a 3.200 personas en la comunidad, otra de las cifras que revelan la importancia de un sector que, sin embargo, está aquejado de vicios que lastran su crecimiento. El principal es una proverbial resistencia al asociacionismo, que hace que en España la cifra de profesionales agrupados esté por debajo del 30%. Con cifras similares, en Castilla y León esa tendencia también se pone de manifiesto, por ejemplo, en el número de cooperativas que forman parte de Urcacyl: 175 de las 580 existentes.
Una parte de la explicación la ofrece el presidente de Urcacyl, Gabriel Alonso, para quien “la fórmula de la cooperativa es exitosa y merece la pena, pero no logra vencer las reticencias de muchos agricultores; no ya en el caso de las explotaciones de gran tamaño, muchas de las cuales se empecinan en no entrar porque consideran que ya tienen un volumen suficiente, sino incluso con las más modestas, que se beneficiarían en gran medida”.
Cabe destacar que las cooperativas agroalimentarias han aumentado su facturación en trece puntos porcentuales desde 2007, cuando en el mismo periodo el número de estas sociedades se ha reducido en cuatro puntos: una muestra de que resulta necesario ‘dimensionar’ las sociedades, agruparlas para que haya menos pero de mayor volumen. “Castilla y León y España deberían mejorar y hacer como en otros ámbitos, que es copiar a las economías más avanzadas: países como Holanda, Bélgica o Francia tienen su sector cooperativizado en un 85%”, apunta el presidente de Urcacyl. Esa situación se traduce en que “las cooperativas triplican en facturación a la principal cadena de supermercados, de modo que es la cooperativa la que fija el precio de la leche, y no al revés”, recalca.
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