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Esta colegiata es una ruina. ¿Qué fue de Santa María la Mayor, en Valladolid?

Una catedral que nunca llegó a existir del todo y unas capillas góticas de aire atemporal ocupan un lugar destacado en el casco histórico de la ciudad. Forman un yacimiento vivo, un tesoro oculto a la vista de todo el mundo, un testimonio del proyecto quimérico de dotar a Valladolid del mayor templo de la cristiandad

Ricardo Ortega

La ciudad de Valladolid tiene varias asignaturas pendientes con su historia. Con la que se refleja en los libros y con la que descansa bajo tierra. Buena muestra de ello se da en la manzana que se extiende entre la Plaza de la Universidad y la de Portugalete, junto a la catedral y a un tiro de piedra del Teatro Calderón.

Es un conjunto de piedra que parece sostenerse de milagro, plagado de cicatrices, habitado por cipreses que se disponen de forma caprichosa. Sin ser comprendido por los vecinos de Valladolid, y no digamos ya por los turistas. Aunque atrae las miradas, sí, con ojos abiertos como platos que demandan una explicación.

Echaremos una mano, por tanto, a los curiosos que busquen en Google y tecleen las palabras correctas. Por ejemplo, Colegiata de Santa María la Mayor. Sí, en aquel espacio que casi nos recuerda a una ciudad bombardeada hubo un día una colegiata.

cipreses

De ella queda algo más que una sombra; es en realidad un montón de piedras si se quiere ver así, acumulado en una parcela vallada a la sombra de la Catedral de la Asunción.

Hace un cuarto de siglo las ruinas estaban poco habitadas por turistas, pero sí eran frecuentadas por jóvenes que compartían litronas adquiridas a muy pocos metros de allí.

Una vez cerrado el espacio, la contemplación de una torre románica y de unas capillas de apariencia gótica, pero atemporales a la vista del paseante, ofrece uno de los grandes misterios de la ciudad. Y es que los grandes secretos, para ser conservados, mejor que se encuentren a la vista de todo el mundo.

El lado norte permite ver algunas de las capillas de estilo gótico. Foto: Gustavo Roda de la Rosa
El lado norte permite ver algunas de las capillas de estilo gótico. Foto: Gustavo Roda de la Rosa

Junto al Esgueva

Construida junto al curso del río Esgueva, la Colegiata de Santa María fue la principal iglesia de la ciudad entre el siglo XI y el XVI.

Su construcción se debe al repoblador Pedro Ansúrez, quien ordenó erigir extramuros un templo dedicado a Santa María. Se haría junto a otra iglesia románica, con la misma advocación, que desde entonces -mil años ya- es conocida como Santa María la Antigua.

Si nos asomamos a esta finca urbana desde la Plaza de la Universidad podremos contemplar la torre del primer templo, mandado construir en el año 1080, y buen número de capillas que corresponden al segundo edificio, de estilo protogótico. A ese periodo corresponden también los 17 cipreses erigidos, digámoslo ya, para recordar cada una de las columnas de aquel templo.

Los cipreses recuerdan las columnas de la segunda colegiata, Borja Álvarez
Los cipreses recuerdan las columnas de la segunda colegiata. Foto: Borja Álvarez

La colegiata románica, apenas un recuerdo

No hay demasiados datos de la primera obra, puesto que la segunda construcción se superpuso a ella. Se trataría de un pequeño templo románico, terminado antes de 1100, cuando el conde Ansúrez firma la carta de donación. Se supone que tenía una sola nave.

De esta colegiata apenas se conserva la torre, que probablemente tuvo dos pisos y un remate con chapitel semejante al de La Antigua.

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La colegiata protogótica, bodas y geopolítica

Durante el siglo XII, en paralelo con el auge de la villa, la colegiata fue ganando prestigio.

Se decidió derribar el primitivo templo románico, levantando en su lugar un gran edificio de nueva planta. Los restos que se conservan son los de esta segunda colegiata. Se trata de una construcción de estilo gótico, realizada entre 1219 y 1230, que contó con un bello claustro, destruido en el siglo XIII.

La iglesia era de tres naves de cinco tramos, cubiertas con bóvedas de crucería. En ella se casaron Alfonso X ‘el Sabio’ con Violante de Aragón, en 1249, así como el infante Felipe de Castilla (hermano de Alfonso) con la princesa Cristina de Noruega. Fue en 1258 y los restos de ella descansan no en esta ciudad, sino en Covarrubias (Burgos), como un triste recuerdo de cuando las bodas no se concertaban por amor, sino por geopolítica.

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De todo el complejo arquitectónico solo se conservan un ángulo del claustro y cinco capillas perimetrales, que hoy conforman el Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid.

Por cierto, y ya que nos detenemos aquí… En una especie de porche de este conjunto, frente a la Antigua, fueron hacinados durante días ​numerosos detenidos por razones políticas en julio y agosto de 1936.

La colegiata de los cinco maestros

Denominada así por la participación de los cinco grandes maestros del gótico final español: Juan y Rodrigo Gil de Hontañón, Francisco de Colonia, Diego de Riaño y Juan de Álava. La primera piedra se puso en 1527, dilatándose mucho la construcción en el tiempo.

Debemos tener en cuenta que hablamos de un templo de planta diferente, ya orientado de norte a sur, mientras que los dos anteriores eran más pequeños y orientados de este a oeste: proyectos en colisión.

De la tercera colegiata solo se levantó la parte de los pies, con algunos muros de doce metros de altura. La lentitud con que avanzaban las obras llevó a realizar intervenciones en el edificio gótico, que continuaba en uso.

Riaño, Gil de Hontañón y Juan de la Cabañuela fueron sucesivos maestros de obras de la colegiata, si bien Rodrigo Gil fue el que tuvo una vinculación más estrecha, prácticamente hasta su muerte, en 1577.

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El final

En un momento posterior, la construcción de la cuarta colegiata puso en entredicho el conjunto representado por los restos de las dos primeras. El propio Juan de Herrera fue el encargado de este templo que, sobre la marcha, se convertirá en catedral, con un proyecto que contemplaba la destrucción de todo lo anterior.

Esto no sucedió hasta el año 1634, cuando la vieja colegiata fue derribada. Solo quedaron en pie las dependencias que aún resultaban útiles: aquellas utilizadas como sala capitular, vestuario, biblioteca, archivo y sacristía.

Desde 1965, estas salas albergan los fondos del Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid.​

Gracias a esta utilización, hoy se conservan algunos elementos arquitectónicos del edificio gótico. Porque la tercera colegiata, la iniciada por Rodrigo Gil y los demás maestros, acabó sirviendo de cantera al proyecto de Herrera.

Reportaje fotográfico: Sara Franco

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