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Una sorpresa culinaria: IGP Queso Beyos, el sabor de la montaña leonesa

La IGP Queso Beyos es una figura de calidad poco conocida fuera de León, pero muy valorada por los aficionados a los lácteos fermentados.

Este sello ampara la producción de una zona muy delimitada, dividida entre dos comunidades autónomas: abarca el municipio leonés de Oseja de Sajambre y los asturianos de Amieva y Ponga.

Se refiere a quesos elaborados con leche de vaca, oveja o cabra, cruda o pasteurizada, sin mezclar; de coagulación láctica, madurados durante un periodo mínimo de 20 días, o 60 días en el caso de que se elaboren con leche cruda.

Son de forma cilíndrica, con caras planas o ligera concavidad, con una altura de 6 a 9 centímetros, un diámetro de 9 a 10 centímetros y un peso de 250 a 500 gramos.

Su corteza es fina, rugosa, de color que varía entre amarillo cremoso o amarillo pálido y pardo claro. La pasta es de semidura a dura, cerrada, sin ojos fermentativos y escasa presencia de aberturas de origen mecánico, quebradiza o desmenuzable al corte, blanca en los de leche de cabra y marfil o amarillo pálido en los elaborados con leche de oveja y de vaca.

La textura es firme. Posee olor y aroma suaves, más intensos en el queso de oveja y de cabra. El sabor es suave, más intenso en los quesos de oveja. Es poco salado y ligeramente ácido, agradable y equilibrado.

La IGP Queso Beyos fue reconocida en noviembre de 2011 por la Comisión Europea y, puesto que su zona geográfica abarca territorios de más de una comunidad, es competente de su gestión y control el Ministerio de Agricultura.

Un poco de historia

La reputación es el principal elemento justificativo del vínculo entre la zona geográfica y el producto. Numerosas evidencias lo ponen de manifiesto. De forma explícita, en el Diccionario de Miñano (1827), se alude a la buena calidad de este queso aunque ya con anterioridad a esta fecha aparecen referencias bibliográficas en el ‘Catastro del Marqués de La Ensenada’ (1752) y en las ordenanzas municipales de los distintos municipios de la zona, las primeras del año 1779.

Con posterioridad, son numerosos los libros y escritos que le dedican un espacio o lo convierten en protagonista hasta el punto de referirse a él como «la joya del oriente» o «hijo de los desfiladeros», así lo denomina Juan Gabriel Pallarés en su ‘Guía de productos de la tierra’ (1998).

El prestigio de este queso se pone también de manifiesto en los numerosos libros de gastronomía que le dedican un espacio en sus páginas: ‘Guía del buen comer español’ (1929), que señala como una característica destacable «el buen sabor del queso»; ‘Lecciones de cocina regional’ (1962), donde se alude a este queso, citando textualmente «de muy buen sabor»; ‘Comer en Asturias’ (1980); que lo cita entre los quesos asturianos más relevantes; igualmente se considera en ‘Cocina práctica de los quesos de España’ (1983). También se contempla en ‘El Gran libro de la cocina asturiana’ (1986), que lo identifica como el «característico del Desfiladero de Los Beyos».

Si el destino de este queso comenzó siendo fundamentalmente el consumo familiar o el pago de rentas, más tarde se utilizaría como objeto de regalo, pago o cambio.

Estas actuaciones estarían limitadas en un principio al comercio local y se irían extendiendo con la implantación de los mercados en municipios limítrofes como el de Cangas de Onís. Precisamente hay quien cree que fue en este mercado donde se le dio el nombre al queso, por proceder de la zona del desfiladero de Los Beyos.

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