La bodega ribereña San Roque de la Encina realiza una propuesta veraniega, sugerente, con su Monte Pinadillo Crianza, un tinto con una destacada carga frutal y con una madera muy integrada. Se recomienda servir a 18 grados este tinto evocador, que en cada botella recuerda la tradición de Castrillo de la Vega, la localidad de donde proceden los 250 socios de esta cooperativa fundada en 1956.
Uno de los valores de este vino y esta bodega es precisamente su implicación con este municipio vecino de Aranda de Duero. En él se encuentra el 100% del viñedo, un manto de tempranillo que se extiende por diferentes tipos de suelo: arenoso (responsable de unos vinos delicados y afrutados), calizos (que da unos vinos bien estructurados) y de grava, que ofrece cualidades minerales en la copa.
Las uvas procedentes de los diferentes suelos se vinifican por separado y, en función de su evolución y de las características que puedan aportar, se destinan a un coupage o a las diferentes elaboraciones de la bodega. En el caso del Monte Pinadillo Crianza, se consigue un tinto rojo cereza intenso, con reflejos amoratados de juventud. La nariz es elegante, con equilibrio entre la fruta madura confitada y los tonos especiados de maderas finas. En boca es carnoso y estructurado, con un tanino maduro, dulce y poderoso. Fruta negra en licor, regaliz y final balsámico.
En definitiva, y como subraya la enóloga Luciana Calvo, se trata de un vino “para sentarse a compartir con los vecinos, para detener el tiempo, para olvidar el ritmo del día a día”. Un destino turístico con solo descorchar una botella.