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El carácter de una región en catorce variedades de uva

Un repaso a las castas tradicionales más representativas y a las que generan una mayor expectativa en el sector del vino de Castilla y León

Ricardo Ortega

El tiempo de vendimia es buena ocasión para realizar una completa radiografía del sector del vino, que -tópicos aparte- refleja en buena medida tanto la idiosincrasia de las diferentes comarcas como el estado de ánimo colectivo de una comunidad como Castilla y León.

Tres cuartas partes de la superficie de viñedo de la región están amparadas por una Denominación de Origen Protegida (DOP), concepto que engloba tanto las nueve DO regionales como las tres zonas de Vino de Calidad: Valles de Benavente, Valtiendas y la más reciente de Sierra de Salamanca. Conocidas la dimensión económica y social de este sector tan vinculado a la tierra, merece la pena detenerse a analizar las variedades tradicionales más representativas y las que generan una mayor expectativa entre viticultores, bodegueros y estudiosos.
El programa de selección clonal de la vid en Castilla y León, puesto en marcha en 1990, permite el empleo de clones certificados de las variedades autóctonas más importantes: albillo mayor, albillo real, garnacha tinta, Juan García, mencía, prieto picudo, tinta del país, tinta de Toro y verdejo.

Uva Mencía
Racimo de uva de la variedad mencía

Las variedades empleadas en cada zona responden a la tradición local y al tipo de vino que se desea elaborar, aunque con el surgimiento de las denominaciones de origen el viticultor debe ceñirse a las variedades autorizadas por los diferentes reglamentos. Eso sí, en esas zonas de producción existen otras castas dispersas, generalmente de carácter autóctono y minoritario, que se encuentran al margen del amparo que otorga la figura de calidad correspondiente. Así lo señala el ingeniero agrónomo Jesús Yuste en un artículo científico publicado en el número 35 de la revista ‘Agrónomos’.

La identificación y denominación de las variedades es una tarea compleja en la que se involucran los conocimientos tradicionales y el saber científico, cuando no la voluntad de diferenciación de una comarca o un tipo de vino. La combinación de la descripción ampelográfica de la vid y las técnicas moleculares permite identificar de manera rigurosa las distintas variedades existentes, en un proceso que permite esclarecer algunas de las diferentes sinonimias (fenómeno por el que existen diferentes términos para referirse a una misma variedad) de los tipos de uva existentes en Castilla y León.

De este modo, la variedad albillo mayor, distribuida a lo largo del valle del Duero, difiere claramente del albillo real, muy difundida en la zona del río Alberche y Cebreros, aunque también en la provincia de Zamora. La albillo real posee la característica de ser de porte rastrero, mucho más temprana en brotación y mucho más precoz que la albillo mayor.

Los nombres de la tempranillo

En cuanto a la tempranillo, es la más difundida en la comunidad y extiende su reinado por Arlanza, Cigales, Ribera del Duero, Toro, Tierra del Vino de Zamora, Valles de Benavente y Valtiendas. Cabe tener en cuenta que se la conoce en la DO Toro como tinta de Toro y en Cigales y la Ribera del Duero –al menos tradicionalmente- como tinta del país o tinto fino. La sinonimia se da también en otras comunidades autónomas, como en Castilla-La Mancha, donde la tempranillo adquiere la denominación de cencibel.

Los análisis realizados, y detallados por Yuste en el artículo mencionado, también permiten advertir de la conveniencia de referirse a la garnacha como ‘garnacha tinta’ para evitar confusiones con otras garnachas, o que la Juan García –que supone la mitad del viñedo de la DO Arribes- es una sinonimia de la variedad mouratón.

albillo mayor
Uva de la variedad albillo mayor

Hasta hace escasas décadas, una parte importante de los viñedos de la región estaba constituida por variedades que se pueden considerar autóctonas, con un viñedo muy poco homogéneo. El reconocimiento de la calidad de los vinos de Castilla y León los ha llevado a competir en los mercados, lo que se ha traducido en la mejora de la explotación de las variedades autóctonas, pero también a introducir otras que prácticamente no habían existido en los viñedos locales.

El sector ha asimilado hasta sus últimas consecuencias el dicho de que el vino se hace en la viña y ha empezado a entender la importancia de emplear material vegetal de calidad en el establecimiento del viñedo, ya que las características y el estado de las plantas son la base de partida para obtener producciones rentables y de calidad; el material vegetal es un factor de producción que, bien elegido, facilita la aplicación del resto de factores del cultivo para conseguir los objetivos de cantidad y calidad deseados.

La mejora del conjunto de variedades en cada zona ha incluido la introducción de variedades foráneas, como el caso de la sustitución progresiva de la garnacha por castas como la cabernet sauvignon en las zonas donde no se cultivaba, o por cualquier otra que puede mejorar la calidad obtenida hasta el momento.

[…]

Más información en la revista Más Castilla y León.

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