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Enoturismo, fuente de riqueza

Tomás Jurío

España siempre se disputa entre los tres primeros puestos a nivel mundial en la producción de vino y superficie de viñedo, y nos vanagloriamos de que tenemos una extensa cultura del vino. Sin embargo, no somos los que mejor nos vendemos, ni los que mejor provecho sacamos a nuestros recursos. Ahora tenemos una gran oportunidad en lo que denominamos ‘enoturismo’.

Tomás Jurío, ingeniero agrónomo y enólogo
Tomás Jurío, ingeniero agrónomo y enólogo

En primer lugar, definamos qué es exactamente enoturismo puesto que dicha palabra ni siquiera está recogida en el diccionario de la lengua de la RAE. Si turismo es la actividad o el hecho de viajar por placer y ‘eno’, proveniente del término griego ‘oinos’, significa ‘vino’, parece obvio que lo que queremos decir es algo así como viajar por placer en torno al vino.

Maduro, Guerreiro y Oliveira lo definen como “un conjunto de servicios turísticos, actividades de ocio y tiempo libre dedicado al descubrimiento y placer cultural y enológico de la vid y el vino”. Por otra parte, la Asociación Española de Enoturismo (AEE) ha propuesto a la RAE la siguiente definición: “Modalidad de turismo basada en desplazamientos a entornos vinícolas, con el propósito de conocer, disfrutar y compartir experiencias en torno a la cultura del vino”. En definitiva, el enoturismo para que sea efectivo debe englobar conocimiento vitivinícola, gastronomía, patrimonio, cultura, arte, vida rural, naturaleza, pero sobre todo placer y diversión. Tiene que ser una actividad más de sentir y de emocionarse que de aprender.

Un poco de historia

Curiosamente son los países y zonas del nuevo mundo vitivinícola los que se dan cuenta del retorno económico que tiene el mostrar al turista cómo se elabora el vino y qué transmite una copa de buen vino, pero lo hacen canalizando un ‘enfoque colectivo’ del enoturismo para poder dinamizar sus zonas; esto tiene lugar en Australia, Sudáfrica y California en la década de los 70 del siglo XX. En la actualidad, en dichas regiones la oferta es variadísima y muy completa, siendo una fuente de ingresos de tal magnitud que para algunas bodegas supone cerca del 50% de su facturación, al margen de la riqueza creada en la zona en hoteles, restaurantes, tiendas, empresas de ocio, museos, etc.

En España es en la década de 1990 cuando comienza muy tímidamente una cierta actividad enoturística individualizada. Algunas bodegas ya desarrollan en sus instalaciones ciertos espacios para recibir al visitante, ciñéndose la experiencia a mostrar sus instalaciones y la realización de alguna cata; siendo las regiones de Jerez, Penedés y Rioja las pioneras. En esos primeros años es el turista normal, pero inquieto en el mundo del vino, el que se acerca a las bodegas abiertas para conocer los procesos del vino y su cata.

En 1994 se crea la Asociación Española de Ciudades del Vino (Acevin), un ente cuyo fin no es otro que el de dinamizar, basándose en el turismo de dichas ciudades, la industria vitivinícola de sus zonas. El trabajo de Acevin impulsa en el año 2001 un producto denominado Rutas del Vino de España, apoyado por los ministerios de Industria, Energía y Turismo y de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente.

En el año 2005 se certifican las primeras cuatro Rutas del Vino de España, correspondiendo a La Mancha-Valdepeñas, Penedés, Rías Baixas y Utiel-Requena. A partir de ahí el crecimiento ha sido espectacular hasta llegar en 2017 a 27 rutas certificadas. En Valladolid, en el año 2005 la Cámara de Comercio e Industria publicó un informe denominado ‘Enoturismo en el valle del Duero’, del que formé parte, donde se describían los recursos y posibilidades en la zona de Castilla y León para promover el enoturismo, analizando al mismo tiempo zonas como Jerez, Penedés, Rioja y Valles de Napa y Sonoma (California). Terminaba el informe con una serie de conclusiones que hoy en día siguen siendo perfectamente válidas.

Visita a la Bodega-Aula de Mucientes, en la DO Cigales

La actualidad

En los últimos diez años la mayoría de las nuevas bodegas ya cuenta con el enoturismo como fuente de ingresos, diseñando espacios, recorridos y una tienda para el visitante. Algunas ofrecen experiencias originales, otras contratan para sus diseños arquitectos de renombre a nivel mundial como icono de sus bodegas. Cada vez se certifican más Rutas del Vino bajo el paraguas de ACEVIN y más empresas de las distintas regiones vitivinícolas se adhieren a esta figura de calidad y de turismo. Los visitantes a las Rutas de Vino de España, han crecido de forma sorprendente.

En el año 2017 un 65% de los visitantes corresponde a bodegas y el otro 35% a museos del vino de determinadas regiones. El crecimiento de visitantes respecto al año 2016 ha sido del 18,38% y el impacto económico generado de 67,2 millones de euros. El 75% de los visitantes son nacionales y el 25% extranjeros. El precio medio de la visita a bodega ha sido de 8,38 euros y el gasto medio de 18,27 euros. Sin embargo, estos datos son generales y medios, encontrando zonas que funcionan muy bien y otras no tanto. Tengamos en cuenta que en 2017 el 56,5% de los visitantes corresponde, por este orden, a Jerez, Penedés y Ribera del Duero, de entre 27 rutas existentes.

En la actualidad existen 602 bodegas adscritas a Rutas del Vino que supone el 15% del total de bodegas existentes en España, que superan las 4.000. El número de alojamientos y restaurantes supera la cifra de 300 por cada uno. El sector está muy segmentado y hay muy poca uniformidad.

El futuro

El enoturismo tiene un potencial enorme para desarrollar económica y socialmente, con creación de riqueza, una determinada zona vitivinícola. Pero para ello las bodegas no pueden desarrollar una región enoturística de forma solitaria e independiente. Hacen falta más actores, objetivos comunes, implicación real de las administraciones y de todo el entorno, una buena señalización, buenas comunicaciones, campañas promocionales y un buen marketing.

Muchas veces las distintas partes implicadas están descoordinadas y trabajando en solitario, y así no se puede crear una gran región que atraiga al enoturista. Debemos ser originales y crear productos que sean un placer para los sentidos. Al final, el recuerdo que quedará al visitante es lo bien que se lo pasó y lo que sintió.

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