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La genialidad en la cocina

Permítaseme que ponga un ejemplo propio de la literatura. En el Siglo de Oro no era posible fundamentar el arte, como sucede en la posmodernidad, en un ‘contexto de descubrimiento’, limitado este contexto a la mente o la psicología del autor individual, o a la ideología del gremio autista y dominante.

Entonces el arte debía fundamentarse en un ‘contexto de justificación’, el cual venía dado ontológicamente por la existencia efectiva, no retórica, de unas normas, de un sistema normativo, de una preceptiva. Y semejante preceptiva debía estar a su vez fundamentada pragmáticamente en un público capaz de hacerla valer. Lope de Vega ‘crea’ una nueva forma de hacer teatro, la ‘comedia nueva’, carente entonces de perceptiva y en relación aparentemente dialéctica frente a la única perceptiva existente, de naturaleza clasicista o aristotélica.

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Manasés J. Bezos

A partir de este ‘contexto de descubrimiento’, la invención de la comedia nueva, Lope ha de fundamentar su hallazgo en un ‘contexto de justificación’, es decir, en la justificación de un nuevo sistema de normas objetivadas en la que su nueva concepción de la comedia tenga su razón de ser, encuentre la lógica de su arte, y justifique coherentemente sus fundamentos. A este propósito responde, sin duda, su ‘Arte nuevo de hacer comedias’ (1609).

Dicho esto, una cocina nunca podrá presentarse como genial si no es capaz de ser justificada por su autor, cocinero, más allá de su propia interpretación o psicología. Deberá enfrentarse dialécticamente a los cánones culinarios dominantes y ser refutada por los comensales de las generaciones contemporáneas y futuras. De tal modo que el nuevo arte de hacer cocina debe ser una construcción comestible y valorable no solo personal o socialmente, esto es, individual o gremialmente, sino sobre todo comestible y valorable normativamente, canónicamente, sistemáticamente.

Cuando la genialidad se limita a un ámbito psicológico o social estamos ante mera retórica. Lo ‘genial’ no es lo que la gente dice que es genial, sino lo que como tal es posible articular e interpretar normativamente, esto es, sistemáticamente. El genio no es una cuestión psicológica, subjetiva, sociológica, gremial o autista, sino lógica, objetiva y crítica. La genialidad que no se puede explicar desde una perspectiva lógico-material conceptualmente articulada, es mera retórica publicista, resonancia de una psicología social propia de masas subordinadas y otros agentes populistas. La genialidad que no se justifica normativamente es un fraude.

El descubrimiento que no se justifica de acuerdo con normas lógicas es un trampantojo psicológico o sociológico. Una tomadura de pelo.

La posmodernidad ha introducido su propia concepción de la cocina (gastronomía), basada en la disolución de sus rasgos esenciales y en una simplificación de sus residuos, hasta igualar la cocina con lo meramente comestible. Semejante relación de identidad implica anular y neutralizar todas las propiedades distintivas entre una y otra realidad. Se trata de una suerte de anestesia interpretativa, una especie de disolución de ciertas facultades críticas, anatematizadas bajo el signo del prejuicio. He aquí la nueva preceptiva culinaria.

De la misma manera que el hombre burgués concibe la gastronomía como construcción y fragmentación individual de su conciencia psicológica, el ser humano posmoderno concibe la gastronomía como construcción y fragmentación textual del discurso ideológico al que debe su posición moral en el mundo. No se hace crítica culinaria, sino simplemente una crítica de la interpretación. Es la hora del transductor, esto es, del intérprete o ejecutante intermedio (jefe de sala, crítico gastronómico, periodista gastronómico…) que interpreta, codifica y reelabora para los demás un conjunto de materiales culinarios sobre los que pretende ejercer y exhibir su dominio.

La genialidad proporciona siempre un racionalismo inédito, y siempre a través de un cauce racional. La genialidad siempre va a aportar alguna novedad, ya sea en la armonización de sabores y textura, ya sea por las técnicas empleadas para conseguirlo. Conseguir texturas y sabores nuevos con técnicas nuevas sería la máxima gradación de genialidad.
Se puede cocinar muy bien sin ser un genio y en consecuencia, no todos los grandes cocineros son genios.

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