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Un paisaje con historia

La comarca de la Ribera del Duero burgalesa hace bueno el eslogan de ‘Provincia de Burgos, origen y destino’, que anima a disfrutar de complejas experiencias en las que se entrelazan arte, vino y gastronomía.

La DO Ribera del Duero y la IGP Lechazo de Castilla y León definen a esta tierra tanto como el clima continental, o como un patrimonio heredero de la Reconquista

La XIX edición de Las Edades del Hombre brindó en 2014 a los visitantes de toda España la oportunidad de descubrir los territorios del sur burgalés, un espacio de amplios horizontes dominado por la llanura y donde el viñedo ha contribuido de forma decisiva a modelar un paisaje único. Economía y naturaleza se dan la mano en esta tierra como en ninguna otra, y así vino y producción agroalimentaria contribuyen a conformar el carácter de la comarca tanto como a dar cuerpo a su oferta turística.

La comarca tradicional de la Ribera del Duero burgalesa está tan vinculada al viñedo y al vino que ha terminado por dar nombre a una de las principales denominaciones de origen de España. No es de extrañar que la zona cultive el 78% de la uva de la denominación y que reúna el 57% de sus bodegas. Casi 60 de ellas, y un puñado de hoteles enoturísticos, ofrecen una experiencia inolvidable, en la que el disfrute del vino y la gastronomía se une al conocimiento de la cultura y la historia.

El mayor yacimiento romano

Muy cerca de la Ribera, entre las localidades de Coruña del Conde y Peñalba de Castro, se levanta orgullosa la ciudad romana de Clunia Sulpicia, que nos ofrece el mayor yacimiento del periodo clásico en la región. Clunia fue una de las ciudades más importantes de la mitad norte de Hispania y fue capital del Conventus Cluniensis, que abarcaba parte de las actuales Castilla y León y Cantabria. Desempeñó un papel crucial en el devenir del Imperio romano y, de hecho, adquirió el rango de colonia romana y el ‘apellido’ de Sulpicia tras proclamarse emperador en ella el general Sulpicio Galba. Tras sus muros tuvo noticia de la muerte de Nerón y de que había sido elegido emperador.

Clunia constituye un enclave arqueológico de excepcional interés en el conjunto de la península, tanto por su morfología urbana como por la secuencia cultural de los hallazgos que proporciona. De hecho, el suyo es un caso único, ya que sobre sus restos no creció una ciudad medieval. Ello permite al visitante pisar los restos de un teatro colosal, cuyas dimensiones apuntan a que la ciudad podía contar con más de 30.000 habitantes. También podrá conocer el foro de la ciudad, con sus tiendas y dependencias públicas, así como los restos de importantes termas, donde se desarrollaba buena parte de la vida social romana.

Las huellas de la Reconquista

En el siglo XI se la cita como parte del distrito de Clunia la localidad de Peñaranda de Duero, conquistada a los árabes un siglo antes y cuya fortaleza marcó la frontera entre los diferentes reinos durante buena parte de la llamada Reconquista. Es precisamente el castillo una de las imágenes emblemáticas de la localidad. Mandado construir por Fernán González, fue reformado completamente en el siglo XV y hoy el visitante se beneficia tanto de su imagen visto desde la localidad como ascendiendo hasta él y disfrutando de la magnífica vista que se ofrece del caserío.

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Fotografía: La ex colegiata de Santa Ana, en Peñaranda de Duero.

Abajo, en el casco urbano, destaca el Palacio de los Condes de Miranda, o de Avellaneda. Fue construido en el siglo XVI por encargo de Francisco de Zúñiga Avellaneda y Velasco, tercer conde de Miranda del Castañar. La portada luce el escudo de los Zúñiga entre tenantes y en su interior, traspasando el zaguán, se abre un elegante patio señorial con galería doble. Junto al palacio, preside la plaza una picota o rollo jurisdiccional de elegantes líneas góticas, declarada Bien de Interés Cultural en la categoría de Monumento el mismo año que el castillo, en 1931.

Más al norte, a 19 kilómetros, nos espera otra localidad cuyos orígenes se remontan al nacimiento del Reino de Castilla. Caleruega se fundó en el siglo X como población amurallada con tres puertas, y cuyo caserío se agrupaba en torno al Torreón de los Guzmanes y la casa del Señor de la villa. De los orígenes de esta villa histórica se conservan varios testimonios, como el torreón o la parroquia románica de San Sebastián, de la que se conservan originales la torre y el arco de entrada).

La fama de Caleruega le llega en buena medida por ser cuna de santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de Predicadores, más conocidos como Dominicos. Se conoce como Conjunto Monumental de Santo Domingo a una serie de edificios religiosos que guardan algún tipo de relación con el religioso, con gran interés artístico. La parroquia de San Sebastián es de estilo románico y en ella fue bautizado santo Domingo. Eso sí, la pila bautismal original se trasladó al monasterio madrileño de Santo Domingo el Real, donde en la actualidad se bautiza a toda la familia real española. Del templo original se conservan la entrada, el campanario y el presbiterio.

El histórico Torreón de los Guzmanes, del siglo XII, se conserva integrado en el claustro del convento de los dominicos, de la década de 1950. En el interior existe un museo adaptado para invidentes y también la Bodega de la Beata Juana, con una representación del milagro que le atribuye la tradición. Según esta narración, el esposo de Juana marchó a la guerra, situación que ella aprovechó para vaciar las cubas de vino y dárselo a los pobres.

Al regresar el noble ella, asustada, rezó y las cubas aparecieron de nuevo llenas. Adyacente al convento se encuentra el Real Monasterio de Santo Domingo de Caleruega, habitado por monjas dominicas y en cuyo claustro se encuentra el sepulcro de la infanta Leonor, hija de Alfonso X el Sabio.
El Monasterio de la Vid

Una de las pruebas de la relación entre la viña y la idiosincrasia local reside en el Monasterio de La Vid, en el municipio de La Vid y Barrios. Fundado como monasterio premostratense en el siglo XII, hoy pertenece a los agustinos. Se edificó sobre el lugar en el que, según la tradición, fue hallada la imagen de la Virgen de la Vid, de piedra policromada.

El monasterio alcanzó su máximo desarrollo en el siglo XVI, siendo su abad Íñigo López de Mendoza, tiempo en el que se añade al cuerpo de la iglesia la capilla mayor. También el crucero-cabecera de planta octogonal y cúpula sobre trompas, obra de Sebastián de Oria y Pedro de Resines. En el monasterio se encuentra el único bestiario (descripciones de animales y plantas muy populares en la Edada Media) escrito en castellano del mundo. Data de 1570 y fue escrito por Martín Villaverde.

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