Ricardo Ortega
La cifra de las denominaciones de origen presentes en Castilla y León es una gran desconocida por parte del público, y en ocasiones también por parte de profesionales vinculados al vino.
No es que el número no esté publicado en infinidad de manuales, revistas especializadas y boletines oficiales, sino más bien que todavía arrastramos un desconocimiento importante respecto a la nomenclatura de nuestras figuras de calidad. A veces por desidia y en ocasiones, las menos, por interés.
Si no lo crees, pregúntale a tu cuñado. Siempre es una fuente fiable de información.
Por si las moscas, conviene no despistarse y dejar claro que las denominaciones de origen son nueve, que ordenadas por orden alfabético son las de Arlanza, Arribes, Bierzo, Cigales, León, Ribera del Duero, Rueda, Tierra del Vino de Zamora y Toro.
¿Solo nueve? Pues sí, pero hay más. El municipio de Miranda de Ebro cuenta con dos enclaves en territorio riojano. Uno de ellos es El Ternero, que con 250 hectáreas se sitúa entre las localidades de Cihuri y Sajazarra, en La Rioja alta.
Allí se elabora el único vino burgalés, y por tanto de Castilla y León, amparado por la DOCa Rioja.
Aun así, algunos responsables institucionales hablan de trece DO en la comunidad. La cosa merece una explicación, y como en la película ‘¡Bienvenido, Míster Marshall!’ os la vamos a dar: hay cuatro zonas productoras amparadas bajo el sello de Vino de Calidad (Cebreros, Sierra de Salamanca, Valles de Benavente y Valtiendas).
Pero sucede que tanto las DO como los VC entran dentro del paraguas europeo de las denominaciones de origen protegidas (DOP), por lo que no es raro ver un vino amparado como VC que se anuncia como DOP o, dando un pasito más, como DO.
¡Por error, que quede claro!
(Por cierto, también contamos con una IGP: la de Vino de la Tierra de Castilla y León, que será motivo de futuros reportajes por estos lares, aunque seguro que tu cuñado ya lo conoce de sobra…).
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